Es penca que quienes me gustan (pero me gustan gustan) y a quienes les gusto no se intersecten. Y, peor, quienes me gustan no están disponibles.
Asco de vida.
PD: igual le pedí care raja que hiciera la tarea de algoritmos conmigo, y aceptó 1313 (más pasado de rollos, porfa).
jueves, 26 de septiembre de 2013
martes, 17 de septiembre de 2013
miércoles, 11 de septiembre de 2013
Hace semanas que no escribía, qué manera de estar a full ni bien comenzaron las clases. Hoy, al fin, me doy un respiro.
Terminé el semestre de pésima manera, raspando el 4 en controles, rojos en exámenes, estrés y desmotivación. Cansado, sin ganas. Lo único que sentí que valía la pena era enseñar a mis mechones. Chato con ganas.
Finalizando las clases, casualmente me escribieron las palabras que cambiarían toda la historia siguiente "entonces, se me ocurrió por lógica (xd) si te gustaría ser tesorero de la Pj ". Yo no estaba seguro, estaba apenas con la pega y con un desgano total. Respiré y le pregunté a Dios si él quería eso de mi, le pregunté con rabia y soberbia, sentimientos que fui acumulando después del incidente con mis viejos. Muy a lo lejos, oí un "sí". Ahí se me quebró la voluntad, fui humilde y acepté sin saber bien porqué.
En la primera reunión esperé sentirme aislado e incómodo, pero me sentí integrado desde el primer minuto y yo tampoco puse resistencia, creo que comenzamos a trabajar muy bien, sacamos una actividad adelante, con orden y fuimos avanzando con el calendario. Creo que debo haberlo hecho bien, con alegría y responsabilidad y, sobre todo, con cariño. Me estaba acercando nuevamente a Él, después de la soberbia. Por otro lado siempre he pensado que si uno va a hacer algo, debe hacerlo tan bien como pueda y, sin esperarlo rindió frutos. Grande fue mi sorpresa la reunión siguiente cuando el Cristian me dice que tiene que conversar conmigo. Yo estaba nervioso, no sabía qué era y me imaginé puras tonteras; no creo poder describir la cara que puse cuando al fin me dijo: "¿Te gustaría ser parte del equipo Camjocap?". Esa pregunta tiene solo una respuesta, y es que nadie que haya vivido el campamento puede decir que no tiene ganas de volver, recuerdo cuando veníamos en el bus de vuelta a Santiago y todos anhelábamos ser monitores. Me embarqué sin pensarlo, sin escatimar en tiempo ni recursos. Dios me llamaba por mi nombre y no podía seguir con la cabeza gacha. Fue indescriptible la felicidad que se apoderó de mi. Toda la desazón que sentía se fué, me motivé con todo, la u, la vida. Estaba cansadísimo, pero lleno de una energía interna inexplicable.
Este fin de semana fuí a la primera reunión en el sur. Tenía que entregar una tarea cuática el lunes de regreso, había dormido pésimo las dos semanas anteriores, pero aun así fuí, con toda la disposición y las ganas. Allá nuevamente me sentí parte, sentí que estaba donde debía estar. Conocí gente increíble y, en verdad el cansancio físico y mental valieron totalmente la pena, la presión posterior para ponerme al día valió la pena. Sentí que me dejaba la amargura, me sentí feliz. Tal vez no haya sido tan transparente para el mundo, porque suelo guardarme todo, pero esa felicidad sigue aquí, haciéndome despertar cada mañana, evitando que me rinda de nuevo, dándome ganas de hacer, de vivir, de soñar de nuevo, de reconciliarme conmigo y con Dios.
Necesitaba tanto escribir de nuevo, dejar huella de la alegría que me ha invadido y que crece cada día.
Terminé el semestre de pésima manera, raspando el 4 en controles, rojos en exámenes, estrés y desmotivación. Cansado, sin ganas. Lo único que sentí que valía la pena era enseñar a mis mechones. Chato con ganas.
Finalizando las clases, casualmente me escribieron las palabras que cambiarían toda la historia siguiente "entonces, se me ocurrió por lógica (xd) si te gustaría ser tesorero de la Pj ". Yo no estaba seguro, estaba apenas con la pega y con un desgano total. Respiré y le pregunté a Dios si él quería eso de mi, le pregunté con rabia y soberbia, sentimientos que fui acumulando después del incidente con mis viejos. Muy a lo lejos, oí un "sí". Ahí se me quebró la voluntad, fui humilde y acepté sin saber bien porqué.
En la primera reunión esperé sentirme aislado e incómodo, pero me sentí integrado desde el primer minuto y yo tampoco puse resistencia, creo que comenzamos a trabajar muy bien, sacamos una actividad adelante, con orden y fuimos avanzando con el calendario. Creo que debo haberlo hecho bien, con alegría y responsabilidad y, sobre todo, con cariño. Me estaba acercando nuevamente a Él, después de la soberbia. Por otro lado siempre he pensado que si uno va a hacer algo, debe hacerlo tan bien como pueda y, sin esperarlo rindió frutos. Grande fue mi sorpresa la reunión siguiente cuando el Cristian me dice que tiene que conversar conmigo. Yo estaba nervioso, no sabía qué era y me imaginé puras tonteras; no creo poder describir la cara que puse cuando al fin me dijo: "¿Te gustaría ser parte del equipo Camjocap?". Esa pregunta tiene solo una respuesta, y es que nadie que haya vivido el campamento puede decir que no tiene ganas de volver, recuerdo cuando veníamos en el bus de vuelta a Santiago y todos anhelábamos ser monitores. Me embarqué sin pensarlo, sin escatimar en tiempo ni recursos. Dios me llamaba por mi nombre y no podía seguir con la cabeza gacha. Fue indescriptible la felicidad que se apoderó de mi. Toda la desazón que sentía se fué, me motivé con todo, la u, la vida. Estaba cansadísimo, pero lleno de una energía interna inexplicable.
Este fin de semana fuí a la primera reunión en el sur. Tenía que entregar una tarea cuática el lunes de regreso, había dormido pésimo las dos semanas anteriores, pero aun así fuí, con toda la disposición y las ganas. Allá nuevamente me sentí parte, sentí que estaba donde debía estar. Conocí gente increíble y, en verdad el cansancio físico y mental valieron totalmente la pena, la presión posterior para ponerme al día valió la pena. Sentí que me dejaba la amargura, me sentí feliz. Tal vez no haya sido tan transparente para el mundo, porque suelo guardarme todo, pero esa felicidad sigue aquí, haciéndome despertar cada mañana, evitando que me rinda de nuevo, dándome ganas de hacer, de vivir, de soñar de nuevo, de reconciliarme conmigo y con Dios.
Necesitaba tanto escribir de nuevo, dejar huella de la alegría que me ha invadido y que crece cada día.
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