Tengo unas ganas de vomitar, una presión en la boca del estómago. No sé si será la comida, el estrés, el sueño y el cansancio acumulado o las ganas de llorar y mandarlo todo a la cresta que me viene persiguiendo los últimos días. O tal vez solo sea el olor a plástico que tengo en mis manos.
Otra vez fue lunes, a propósito de la indiferencia.
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