El viernes perdí la vida haciendo la tarea de computa gráfica, me perdí el Vía Crucis, me perdí la misa, pero el deber apremiaba y si no cumplía con eso, perdería más cosas después. Finalmente resultó todo como debía y pude acostarme a descanzar, tarde, pero a descanzar merecidamente.
El sábado me desperté para ir al retiro, es fome notar que en la realidad los jóvenes tenemos mucha vergüenza de hacer, de actuar como niños. En cada dinámica recordaba la alegría vivida en el Camjo y me daba lata mirar a mis compañeros quietos, sin moverse, sin entregar la alegría de ser jóvenes que se supone que nos caracteriza; en cambio, yo grité, salté y jugué tal cual lo hice en ese lugar maravilloso del sur, sin vergüenzas. El momento es ahora y hay que aprovecharlo. Ya en un momento más de reflexión, me dediqué a sentir casa palabra, cada momento. Me llegaron muchas cosas en lo profundo, estuve al borde de las lágrimas varias veces. Canté con alegría cada canción, viví... Volví con el ánimo renovado a la casa, a retomar la labor. Quería ir a la Vigilia, quería ir a la Fiesta de la Resurreción y, aunque estaba a tiempo para esta última, no tenía los medios para comunicarme y organizarme para ir.
Domingo, desperté con la alegría de mis hermanitos recolectando huevos. Me enterneció verlos felices. Me senté en mi cama para pensar "¡El Señor ha resucitado!", recordando el amor tan grande que se desprende de su acción comencé mi día y seguí con mi tarea de Algoritmos. Comiendo huevitos de chocolate para no quedarme dormido empecé a escribir líneas interminables de códigos y cosas ininteligibles. A medida que avanzaba la hora mi frustración crecía, me sentía estúpido, cosas que se supone debieran ser naturales a mi me estaban costando demasiado pensarlas. Caía libremente al suelo toda mi autoestima y la confianza que tengo en mis habilidades, sentía que no sabía nada, que esto me estaba superando. Me quise rendir y mandar todo a la cresta, pero no soy de los que se rinden, menos fácilmente. Menos mal que llegó la hora de ir a misa. Salí a las 7 de mi casa, atravesé Santiago y llegué a la parroquia. Era la misa más importante del año y la sentí, escuché y canté, apesar de que los demás no lo hicieran, no me importó. Estaba allí para celebrar que la muerte ha sido derrotada.
"Lo más hermoso que pueden decir de ti es 'el Lucho pasó toda su vida haciéndole el bien a todos', ¿Qué importa si de vez en cuando era bueno para el copetín?¿Qué importa si de vez en cuando le daban sus rabietas? Lo importante es que cada vez que se caía, él se levantaba y sabía decir: 'Flaco, perdóname. Negra, perdóname'. Santo no es el que peca menos, es el que día a día se levanta agradecido de vivir un nuevo día y que pide ser un hombre mejor."
Mientras tanto yo pensaba "¿Qué dirá la gente de mi cuando yo no esté?". Seguramente nadie tiene motivos sólidos para decir que fui por la vida haciendo daño ni incitando al mal, pero tengo mis serias dudas sobre si "bueno" es una de las primeras palabras que alguien piensa cuando me recuerda. Pero ¿Qué más da? yo sé lo que he hecho y lo que no y hoy me siento en armonía ¿Cómo alguien malo podría sentirse así?.
Con la misa me fuí calmando, la frustración se iba. Me dí cuenta que estaba siendo injusto conmigo mismo, que debía calmarme, cerrar los ojos, respirar y esperar en Dios que todo fluyera. Al llegar el momento de la comunión, tenía la fijación de notar la falta de alegría de los presentes, pese al esfuerzo del Padre y la animadora de recordar la felicidad que debíamos sentir. Me acerqué y el caballero que repartía la comunión me miró a los ojos, sonrió y me dijo con fuerza "El cuerpo de Cristo". Me sorprendió porque en general el acto en que te pasan la hostia es super mecánico, no hay contacto visual, no hay nada más allá, es por lo general casi un trámite, pero esta vez fue diferente. Sonreí de vuelta y mi alma se llenó. A pesar de todo esta habrá sido una de mis misas favoritas.
Al volver a la casa, le hice un par de arreglos a la tarea y me fui a dormir. No tenía sentido dar vueltas en círculos y menos con lo cansado que estaba. Prefería guardar en mi corazón la alegría del fin de la muerte, que cualquier otro sentimiento amargo.
Casi, casi, casi, lloro. Te juro. Me emociona demasiado verte así, sentirte así. Me emociona verte en la parroquia, me emocionó ver el sábado que cada actividad te llenara tanto :) Me alegra tanto tanto que la parroquia te haga tan bien como a mí! Si cuando te invité al camjo quería justo esto, que te llenaras tan como sucedió en mí. Y has superado mis expectativas <3
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