Si algo sucede es porque lo permitiste, de alguna u otra manera tienes tu pequeño grado de culpa. Grado que crece con nosotros, claramente, pues un niño no tiene culpa de que su padre le pegue, pero uno tiene culpa de te sean infiel, por ejemplo. No quiero ser tajante ni juicioso, pero uno obtiene lo que busca aun inconscientemente, aun esas cosas que no estamos dispuestos a admitir, pero sabemos que deseamos.
Llorar sobre la leche derramada o tomar un paño y limpiar, he ahí lo que nos define como personas, lo que diferencia a las víctimas del mundo de los que toman la vida por las astas. Yo soy un poco de ambos: frío y calculador, pero siempre frágil; controlador y manipulador, pero siempre ingenuo; de mente afilada y certera, pero totalmente iluso. A pesar que esa definición raya en lo bipolar, el papel que tomamos depende de las circunstancias, depende de qué tanto trauma y rollos mentales tengamos con la leche que se cayó. Depende más de las veces que hemos botado el mismo vaso, depende más de las veces que intencionalmente botamos el vaso.
¿Cómo reaccionar? Depende, depende de cómo queremos reaccionar. Bota el vaso de leche e imagina la cantidad de cosas que puedes hacer: echarle la culpa a otro, llorar desconsoladamente, limpiar sin que nadie te vea, llamar a todo el mundo para que vea el desastre que quedó, lamerla del piso porque quieres humillarte o porque sabes que era lo que querías hacer.
Control yourself, take only what you need from it...
RANDOM!
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