Infinidad

Tengo un rollo con el infinito, con las cosas excesivamente grandes, con las cantidades astronomicamente enormes. Desde chico recuerdo que me atemorizaban los números demasiado largos (bendita notación científica que hace que parezcan inofensivos), pero hasta el día de hoy me produce una sensación extraña el hecho de pensar en un número muy grande o al momento de estimar una gran cantidad de tiempo que algo puede tomar o al ver la cantidad de esfuerzo que requiere realizar algo.

Miedo a lo infinito y a lo eterno. Miedo a seguir. Miedo a que se te vaya la vida en lo mismo. Miedo a no cambiar o a cambiar en exceso.

Tengo ganas de amar y quien sabe tal vez algún día me case, pero no puedo evitar pensar en el miedo que me produce pasar mucho tiempo con la misma persona, las ganas de escapar siempre me nublan y ganan. Así soy yo, conozco, dejo que las cosas pasen y arranco porque no soporto pensar qué sería mi vida si continúo un día más con la relación. Me lleno la cabeza de cosas del tipo "..cómo sería si estuviera solo ahora". Es un sentimiento de escapismo que me supera. ¿Miedo al compromiso? No. Miedo a mi mismo.
Miedo a como reacciono, miedo al futuro que amenaza con quedarse.

He escapado tantas veces, de mis sentimientos, de mis problemas, de mis emociones, del amor. No debería sorprenderme estar solo, porque a la larga es lo que yo quise la última vez que escapé, la última vez que decidí dejar de jugármela, pero no puedo, me cuesta soportar al amor. Son esos restos de inseguridad, de miedo a ser vulnerable ante otro, de miedo a que tomen lo mejor de ti y lo destruyan... de nuevo.

Sé que yo mismo armé esta coraza, pero poco a poco voy deshaciéndome de ella, cada vez más dejo que alguien entre a echar un vistazo. Pero las ganas de salir corriendo son aun inevitables, siendo que todo finalmente es un invento mio, pero tan real que terminé creyéndomelo.

Temor a seguir adelante, temor a ver cuanto queda para terminar un proyecto, temor a estar con la misma persona siempre, temor a los cuentos eternos y a los finales felices. Ese tipo medio autodestructivo se niega a irse todavía, pero lentamente le voy preparando las maletas.

-Imagínate cuando seamos viejos, me gustaría que viviéramos en la playa

(Silencio incómodo y duradero)

-¿Qué te pasó? ¿Dije algo malo?

-Mira, yo estoy en otra onda. Tengo 17 y no estoy ni ahí con  imaginarme un "vivieron felices por siempre". No puedo, no busco eso. Soy demasiado joven para prometerte una eternidad. No sé que estás buscando tú, pero si se da, bacán, si no bueno también. ¿O no?

-Ok, prometo no volver a hablarte de eternidad.