Ayer revisé mis fotos de Facebook, con amigos, con mi familia, en carretes, en la playa, en el cine, en cualquier lado. Me llené de una sensación de gratitud enorme. Muy pocas veces había sentido que me han pasado tantas cosas buenas en la vida, siempre recalcaba lo negativo: mi accidente cuando guagua, la separación de mis viejos, la infancia sumida en tribunales, la enfermedad de mi vieja, la reiterada aparición del Samuel demandando hasta que le daba hipo. Pero esta vez fue diferente, esas cosas ya no tenían sentido. Miré bien y descubrí todos los milagros que han ocurrido en mi vida: no tengo ninguna cicatriz de mis quemaduras, el Pedro es el mejor padre que la vida me pudo regalar, mi mamá está viva y con cuerda para rato, entré a la U que quería a pesar de todas las condiciones adversas, tengo amigos excelentes y los que aun no son tan amigos son las personas más tiernas de la vida, me va bien en los estudios y soy el único que a la fecha ha ganado plata con su carrera (carrera que me encanta cada día más), viví un campamento hermoso, que cambió radicalmente mi manera de ver el mundo y me acercó de nuevo a Dios, sábado a sábado tengo la oportunidad de orar en fraternidad, de compartir con otros jóvenes de mi edad (sí, claro xD) en la fe, además puedo hacer algo que amo, bailar, y hacerlo bien y con todas las ganas y ser feliz haciéndolo, he viajado (así como a cancún no, pero un viaje genérico), he carreteado, he compartido las cosas simples de la vida, me he reído hasta las lágrimas, he recibido el amor de los que me rodean, he suspirado mirando el cielo y, lo mejor de todo, sé que seguirán habiendo sorpresas para mí en el camino.
Es que no tienen comparación la cantidad de "desgracias" que me han ocurrido con los milagros cotidianos que se me presentan, me hacen sentir demasiado afortunado y demasiado malagradecido a la vez. Tanto tiempo viví mirando al suelo, pero me di cuanta de que es hora de llevar la frente en alto y de estar orgulloso de mi y de mi historia, es hora de agradecer cada día a Dios por su obra.
Tengo tanto que debiese andar con una sonrisa estampada en la cara todos los días, no hay cansancio que valga. No puedo esperar la hora en que tenga todas las herramientas para retribuirle a la vida todo lo que he recibido, pues así como yo hay mucha gente que merece tener una oportunidad en la vida. Gracias Dios por el gran don de la resiliencia, que es ese chip que venía inserto en mi que hace que al verse rodeado por la mierda reacciona y te da la garra para salir de ahí.
Hoy, no tengo muchas cosas; no tengo polola, ni casa y tengo muy pocas comodidades, pero puedo decir que soy feliz y que día a día me siento más realizado como hombre, me siento demasiado feliz y, es increíble, porque no quiero dejar que nada ni nadie me arrebate la alegría que llevo impregnada en el alma. Esta vez no.
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